Las consecuencias de la crisis social y económica del coronavirus en el mundo no tienen precedentes. Millones de personas en el planeta empujadas a la pobreza. la epidemia generó un gran desgaste emocional, mental. La pérdida de más de 4.5 millones de personas.

Uruguay, que tuvo mayoritariamente éxito en el combate al virus, tampoco escapó de las consecuencias.

El primer año del Covid-19 en Uruguay dejo 100.000 pobres más. La situación previa a la pandemia ya no era sencilla para la economía familiar y el trabajo de los uruguayos.

Informes oficiales del Instituto Nacional de Estadística establecen que 116 personas de cada 1.000 no superan el ingreso mínimo para cubrir las necesidades básicas alimentarias y no alimentarias.

Muchas personas aún hoy, un año y medio después de decretada la emergencia sanitaria, no han retornado a sus puestos laborales o peor aún, lo han perdido.

En ese contexto, y pese a la promesa electoral del presidente de la República de no aumentar los impuestos, esto ocurrió. "El pueblo ya hizo el esfuerzo, ahora nos toca a los gobernantes", señalaba el actual mandatario.

Es una promesa muy difícil de cumplir según los analistas de la economía. Inciden muchos factores, hasta internacionales, que hacen que así sea. Pero fue un compromiso asumido y muchas personas confiaron en que tendrían un alivio en el bolsillo.

Es cierto que el gobierno actual no es responsable de la administración anterior, ni del déficit fiscal ni de los números comprometidos que heredo. 

En diciembre de 2017, ante el anuncio de suba de tarifas del gobierno de Tabaré Vázquez previstos para el 1 de enero de 2018, Lacalle Pou decía que "el ministerio de Economía, el presidente de la República necesitan la plata porque gastaron mal, gestionan mal y paga Juan Pueblo". Y Juan Pueblo sigue pagando.

Seguramente algún especialista podrá argumentar y explicar muy bien por que se ajustaron las tarifas y por que se estableció el actual sistema de reajuste de precios de los combustibles que se realiza mes a mes. Y habrá argumentos técnicos y sólidos para entender la actual rebaja de los precios prevista para el miércoles 1 de setiembre, de $ 0,40 para la nafta y de $ 0,76 para el gasoil. Pero si algo no tuvieron los especialistas y los gobernantes esta vez es empatía. Tacto.

Si el tanque de nafta de un coche lleva 40 litros (algunos más, otros menos) este lunes llenarlo cuesta 2.832,4 y si concurre a la estación el jueves, le saldrá 2.816,4. Se ahorrará 16 pesos, el precio de una torta frita.

Al uruguayo que tiene dificultades para llegar a fin de mes, que le cuesta conseguir un empleo, y al que lo conservó haciendo un gran esfuerzo, no le podemos decir que tras tres subas consecutivas de los precios (de 16 pesos en total) que a partir del miércoles la rebaja no llega a medio peso.

Porque no solo suben los combustibles. Es una cadena grande de precios que aumentan a raíz de ello. Desde la naranja producida en Salto y que termina en la verdulería del barrio hasta el transporte de pasajeros.

Era preferible no "tocar" nada a realizar ese anuncio. El "impacto" sería menor, no tengan dudas. Como cuando se anunció el aumento de la jubilación mínima de 250 pesos hace unos meses o de 200 pesos en el gobierno anterior, anunciada por el ministro de Economía, Danilo Astori.

Porque no es una crítica a este gobierno exclusivamente. Esto ocurre desde siempre. No olvidemos cuando las tarifas aumentaban en el gobierno anterior incluso cuando ni UTE, Ancap, Antel y OSE, argumentaban a favor para que ello ocurriera.

A veces los gobernantes pueden tener mayores elementos técnicos y equipos asesores profesionales y especialistas en economía, pero les falta tacto y empatía.