"Una sociedad se hace grande cuando los hombres viejos plantan árboles cuya sombra nunca verán", dice un proverbio griego. Naturalmente esto implica pensar en los demás. Incluso en aquellos que ni siquiera han nacido aún. 

Lejos de ello. Por el contrario, veo un mundo egoísta. 

“Estamos en una carrera, una competencia feroz, cada gobernante va a querer llevar agua para su rancho y tener más vacunas. Uruguay está tratando de colarse entre los grandes", dijo el presidente Luís Lacalle Pou, sobre la compra de vacunas. Tiene razón. Tristemente tiene razón. Cada uno piensa sólo en sí mismo. Incluso en el marco de una pandemia que azota al mundo, sólo se piensa en uno.

¿No podemos pensar en el bien común de la humanidad? Algo que suena tan sencillo se ha convertido en una utopía. 

Los países se ven "obligados" a no revelar detalles de las negociaciones con las empresas que trabajan en las vacunas. ¿Por qué? ¿Cuáles son las exigencias que piden?  

Los fabricantes piensan en grandes beneficios, principalmente económicos. Y el acceso a la vacuna, que debería ser igualitario para los toda la población mundial, será para los poderosos. Aquellos con espalda ancha para negociar. Aquellos con los portafolios más amplios. Los países del "tercer mundo" quedarán marginados. Quedaremos marginados. 

Dos millones de muertos a nivel mundial, casi 100 millones de contagiados, crisis económica y social. Nada de eso sirvió para "pelearla" todos juntos. 

Pensar que cuando Jonas Salk logró la vacuna contra la Poliomelitis en 1955 (que afectaba a medio millón de personas por año en el mundo) no quiso patentarla. La donó a la humanidad. "Nuestra responsabilidad era encontrar soluciones a los principales problemas a los que se enfrenta la raza humana", dijo. 

No le pido a los actuales creadores de la vacuna contra el Covid-19 que tengan tan noble gesto. Tanta grandeza. Pero al menos que su única ambición no sea el poder y el dinero. 

No van a plantar ningún árbol que de sombra a otros, evidentemente. Pero tampoco les importará mucho la opinión de los demás.

Seguramente, "algún Salk" que no ha nacido, a la sombra de un árbol, soñara con un mundo más justo. Más humano.  Para ello cada uno de nosotros, desde nuestro pequeño lugar, podemos darles el ejemplo con pequeñas acciones.