En el mundo de las comunicaciones y en pleno auge de las redes sociales, las noticias vuelas, las informaciones nos abruman y hasta nos pueden confundir. Eso se magnifica con la llegada de un virus desconocido que originó una Pandemia un siglo después de la anterior. Por ende, entiendo la confusión y los miedos que se han generado. A mi también me confundió que la Organización Mundial de la Salud asegurara en su momento que el tapaboca no era efectivo ni necesario, y posteriormente su uso para la misma Organización pasara a ser fundamental. Lo nuevo genera eso. Vamos aprendiendo sobre la marcha, y hasta los grandes organismos del mundo pueden fallar. Si vimos contradicciones en la OMS, ¿Por qué no las tendrÃa el vecino del barrio?.
Pero claro, el efecto secundario de la ansiedad y el miedo es también la estigmatiación. La criminalización del enfermo de Covid-19 y su entorno.
El brote de la enfermedad en Carmelo ha generado mucha preocupación y lamentablemente también trajo una cacerÃa de brujas. ¿Quiénes tienen el virus? ¿Dónde vive? ¿Dónde estuvo y por qué no se cuido?.
Más de 37.000.000 de personas en el mundo se han contagiado o se encuentran cursando la enfermedad. ¿Qué nos hace pensar que no nos puede tocar a nosotros?. Recuerdo claramente las horas y dÃas siguientes a la declaración de la emergencia sanitaria a nivel nacional con la confirmación de los primeros cuatro casos de Covid-19 el 13 de marzo. Se palpaba el miedo en las calles. Nadie salÃa innecesariamente y los supermercados vendÃan productos como si se tratase de Navidad o Año Nuevo. El vecino hacia el surtido lo más grande posible para no tener que volver en unos dÃas.Â
Los resultados empezaron a ser buenos, la Pandemia estaba (y está) bajo control como definen los asesores que trabajan con el gobierno. Se retomaron ramas de la actividad económica y todos fuimos retomando la vida casi con normalidad. Sobre todo en el interior del paÃs y más en el departamento de Colonia donde tenÃamos muy pocos casos y que no generaban contagios masivos. A modo de ejemplo: el montaraz (primer caso en Carmelo) no genero otros, el matrimonio que curso la enfermedad durante un mes, tampoco genero más contagios. El obrero de la construcción en Juan Lacaze o el niño de la misma ciudad, no generaron otros casos e Coronavirus ni en sus familias.
Todo ello nos llevo a ir perdiendo el miedo. Hasta ahora. Que la situación cambio drásticamente para nosotros, no para el paÃs. Uruguay sigue teniendo estadÃsticas muy buenas. Se entiende que el gobierno siga dando pasos hacia la nueva normalidad con la obligatoriedad de las clases (entiendo que debe postergarse donde hay brotes). Lo que cambió es nuestra percepción porque por primera vez nos toca de cerca. Nadie pedÃa posponer el retorno de actividades cuando el brote estaba en Rivera o Treinta y Tres.Â
Pero ese cambio de percepción también tiene dos caras de la moneda. La solidaridad de muchos. Y el prejuicio de muchos más.Â
Tengo la tranquilidad de haberme cuidado y no haber sido irresponsable nunca. Y sé que mis compañeros de trabajo tampoco incurrieron en inconductas como para que uno de los brotes de la ciudad sea en nuestro medio. Tengo el deseo de saber como se originó el brote y que se contenga rápidamente. Nos toco como le puede tocar a cualquier vecino que se levanta temprano para ir a trabajar, llevar a sus hijos a la escuela, o agarra el bolsito para ir al almacén del barrio.
Esta semana que vivimos en cuarentena, donde muchos compañeros dieron positivos de Covid-19 y otros tantos negativos (a la espera de un segundo test que confirme el resultado), fue difÃcil. De angustia.
Les cuento que los sÃntomas para la mayorÃa de la población mundial (totalidad de los trabajadores de este medio) fueron leves. Como una gripe. Dolores musculares, resfrÃo, decaimiento.Â
Pero les garantizo que el peor sÃntoma de los positivos es la angustia. No por la enfermedad en si misma. La están transitando bien. Sino por lo que implica ser positivo. La angustia de exponer sin querer a los familiares, y a cualquier otra persona con la que se estuvo 10 dÃas para atrás. Y aunque se haya sido responsable los invade un sentimiento de culpa. Hacer pasar por una cuarentena y test a otros. No solo el riesgo de contagiarlos, sino hacerlos perder dÃas de trabajo y actividades importantes que los demás puedan tener. Y si alguno de ellos es población de riesgo, el nerviosismo y la ansiedad por saber que están bien es muy grande.
A esa angustia, que se le suman los dÃas de encierro, hay que sumarle lo que decÃamos anteriormente: la cacerÃa de brujas de la ciudad. La discriminación. El sin fin de versiones infundadas culpando al portador del virus.
Y eso es muy injusto y doloroso. Incluso este viernes cuando muchos tuvimos la confirmación del segundo test negativo, y por ende podÃamos romper la cuarentena, al salir por primera vez a la calle sentà los ojos acusadores de aquellos que saben donde trabajo. Y hasta algún chiste también. Por eso en mi caso particular la confirmación del segundo test fue una alegrÃa a medias. Satisfacción de saber que ningún familiar fue afectado. Dolor por los compañeros que dieron positivo. Es común que uno se pregunte ¿Por qué a mi me paso esto y a otros no? En este caso me lo pregunte a la inversa ¿Por qué a mi no y mis compañeros si?. Tuve suerte quizá. No tengo respuesta.
Solo espero que se recuperen pronto todos los que están cursando la enfermedad tengan o no vinculación con la radio y que pronto no tengamos casos activos en el departamento. Soy optimista que muy pronto será asÃ.
Este mes será crucial. Hay que cuidarse mucho. Y siento que quienes dimos negativo tenemos un compromiso mayor.Â
Pero debemos preguntaron que tenemos que aprender de todo esto. Es una linda oportunidad para crecer como sociedad. Realizar una autocrÃtica como personas. No juzguemos. No culpemos. Entiendo que el miedo a lo desconocido puede llevarnos a ello. Pero también es una posibilidad de ser mejores como personas y sociedad. Seamos más solidarios, más humildes, menos prejuiciosos. Como lo fueron nuestras familias esta semana, que nos dieron todo.
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