Noviembre 22, 2024

Una carta mágica

By Gonzalo Enciso Septiembre 14, 2021 2087

Eran los primeros días de setiembre de 2001 y los carmelitanos Isabel Melonio y Carlos García se encontraban en Canadá para participar de una competencia de remo. 

Una vez concluida la misma, surgió la posibilidad de realizar un viaje de pocos días en Nueva York antes de regresar a Uruguay.

Como el tiempo era acotado, decidieron realizar algunos tours por la ciudad para conocerla, incluso en la noche para “ganar tiempo”. Lo que no sabían es que, como dice la frase, “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, terminó siendo una decisión que prácticamente salvó sus vidas.

El 10 de setiembre se disponían a visitar las Torres Gemelas y subir al mirador, donde la vista de la ciudad era hermosa.

Pero un detalle les hacía pensar que quizá era mejor hacerlo al día siguiente. Estaba nublado y había poca visibilidad.

Sin embargo, Carlos pensó que sería mejor hacerlo ese mismo día. 

La mañana del 11 de setiembre el cielo estaba espectacular e ideal para la visita. Pero un avión comercial que volaba desde Boston hacia Los Ángeles fue secuestrado y se dirigió hacia Nueva York, donde a la hora 8.46 se estrelló contra la Torre Norte. Pocos minutos después otro avión impacta la Torre Sur (la primera en derrumbarse), y el caos se apodera de la ciudad, y el país. Ya no había dudas, no se trataba de ningún eventual accidente, era un ataque terrorista.

En el primer avión secuestrado murió un ciudadano uruguayo, que vivía en Australia.

“Se suponía que estábamos en la ciudad más segura del mundo” recuerda Isabel, que en el momento de los impactos estaba, junto a su marido, visitando otros lugares. De todos modos desde allí notaron el humo que provenía de Manhattan. “Un incendio allí es imposible”, dijo el guía del tour, porque “ahí está el World Trade Center”.

Sin embargo, con su cámara filmadora en mano, Isabel termina registrando imágenes para la historia con la caída de las Torres y los minutos más dramáticos en la historia reciente del país norteamericano. Imagenes que curiosamente vió alguna vez al llegar a Uruguay y no las volvió a mirar.

Pero esta experiencia que les tocó vivir, que es más extensa por supuesto, tiene un ingrediente curioso. Una anécdota muy particular.

“Viajabamos de Montréal hacia Nueva York y al llegar al hotel le dije a Carlos que prepare el mate, que siempre lo llevamos a los viajes y el se encarga de hacerlo”, comenzó Isabel. “Cuando Carlos saca la matera se cae un sobre que estaba dentro”. “La matera la habíamos llevado en el portaequipaje arriba del avión”, señala.

Isabel cuenta que al levantarlo, el sobre tenía dos corazones, era una carta.

“Recuerdo que la carta iba dirigida hacia la Calle 42 (una de las calles principales del barrio de Manhattan), muy cerca de donde nos hospedabamos nosotros, estaba escrita en arabe y tenía la foto de una chica ”, dice.

“La mujer había dedicado tiempo en escribir y sacarse una foto y ese hombre la tiró, pensé”. Isabel dice que la carta venía de Bangladesh y creyó que sería bueno enviársela nuevamente a la mujer, porque tenía remitente, y la guardó.

Al siguiente día, con los atentados consumados y los árabes responsabilizados de los mismos, la carta era un problema. 

“Carlos me pregunta por la carta y me dice que hay que tirarla inmediatamente porque estaba escrita en arabe”, recuerda.

“Carlos decía que había muchos controles policiales y te revisaban y esa carta podía ser un inconveniente”.

Isabel poco caso le hizo. La guardo y todavía la conserva, pero con un particular detalle: jamás la ha hecho leer y no tiene idea de lo que dice.

“Tengo la idea de que es una carta de amor”, dice, porque la chica solo usa una frase en inglés que todos conocemos, I love you, “dedicada a un tal Tucu”.

Isabel finaliza diciendo que solo la traduciría con alguien que le genere confianza  para que su contenido no le genere, eventualmente, algún problema.

“Pudo haber sido una carta de despedida”, dice sobre una situación que cataloga de mágica, “porque una persona la depositó en nuestra matera, y la conservamos como tal para que no pierda el encantó”.

 

 

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