La primera vez que entré a una clase de Periodismo nos trasmitieron a los estudiantes algunos conceptos básicos sobre la profesión que son más o menos los que todos ustedes ya conocen y esperan de nosotros cuando nos leen, escuchan o ven: mantener la imparcialidad y objetividad al informar, por ejemplo, en temas políticos.
Lógicamente como cualquier uruguayo tenemos nuestro sentir, pensar y forma de ver la vida, y nos expresamos en las urnas en ese sentido. Pero decir abiertamente a quien votamos e incentivar a la población a que vote por la misma opción es por lo pronto poco ético y compromete la confianza del público en la información que se proporciona.
O se es militante político o se es periodista. No se puede estar en los dos lados del mostrador. Hay que separar claramente la labor profesional de cualquier actividad político partidaria.
Mantener la imparcialidad, el equilibrio para que el lector, oyente o televidente pueda formar su propia opinión también fue de las primeras cosas que aprendí.
Si un periodista decide hacer campaña política a favor de un candidato posiblemente va a sesgar la información. Si yo hiciera desde un medio de comunicación una campaña a favor del candidato A ¿Qué rigurosidad tendré al entrevistarlo? ¿Cómo entrevistaré al candidato B? Y si bien puedo ser incisivo con ambos ¿el público confiaría en mi trabajo o especularía con que quise beneficiar a uno y perjudicar al otro?
Insisto, los periodistas también tienen sus propias opiniones políticas y ejercen su derecho al voto a quien entiendan es la mejor opción para gobernar el país. Pero perder imparcialidad y objetividad en su trabajo pone en duda su capacidad para informar de forma veraz sobre cuestiones políticas. La neutralidad es un principio fundamental en el periodismo para garantizar la credibilidad.