Al participar en el acto de lanzamiento de una nueva fase de trabajo del Instituto Dallaire  en la prevención del reclutamiento y uso de niños en conflictos armados, el ministro de Defensa Javier García calificó esa situación como «un delito repugnante que merece el mayor de los castigos», y dijo que se está ante el desafío de impulsar “misiones de paz de nueva generación”,  que además de la tradición de estar  vinculada a la protección básicamente de la población civil, estén dirigidas a la prevención.

El ministro habló en la jornada organizada por la Embajada de Canadá , respecto al trabajo de la Fundación Dallaire, -con la que el Ministerio de Defensa ha impulsado líneas de acción-,  en la prevención  del reclutamiento y uso de niños en los conflictos armados y la violencia armada en la región, a través del Centro de Excelencia para América latina y el Caribe, con sede en Montevideo.

El ministro García dijo que «este trabajo es fruto del profesionalismo que nuestras Fuerzas Armadas han demostrado durante tanto tiempo, incluso antes de que existieran las Naciones Unidas, que esa es una particularidad del Uruguay. Nosotros participamos en misiones de paz, entre comillas, antes que existieran las Naciones Unidas. Eso es una característica que nos distingue. Una larguísima trayectoria va a cumplir 100 años dentro de poco menos de 15 años. Así que es un orgullo nacional tener profesionales militares que llevan adelante una tarea que ha sido distinguida en el mundo», puntualizó.

Sostuvo que «estamos ante un cambio quizás imperceptible, pero muy profundo, estamos frente a la posibilidad de tener misiones de paz de nueva generación. Es que no sólo su misión esté vinculada a la protección básicamente de la población civil, sino que estén dirigidas a la prevención. La tradición de nuestras misiones de paz es proteger a las poblaciones civiles, básicamente en el Congo, Golán tiene otras características, pero bueno allí es donde tenemos el contingente mayor en el caso de Uruguay».

Indicó que «este tipo de programa, el que nos unió con la Fundación Dallaire, está focalizado en agregarle a esa tarea tradicional, una nueva misión moderna y de nueva generación que es prevenir. Prevenir algo que es una modificación del crimen organizado repugnante, que podría calificar como un delito de lesa humanidad y que debería calificarse de esa manera, porque desde el poder que otorga el adulto frente a un niño o una niña, poder que se refuerza a través de las armas o inclusive de las drogas, el utilizar a un niño como carne de cañón, como decimos en mi país, es un delito repugnante que merece el mayor de los castigos, que merece castigos aleccionadores, porque no puede ser gratis hacer estas cosas. Quienes tenemos compromisos en materia de defensa de los derechos humanos queremos alzar nuestra voz», puntualizó.

El ministro agregó que «esto va atado a una segunda circunstancia, que también lo vincula, que es el Proyecto Elsie. Acá le vamos a pedir ayuda sobre todo a quienes están vinculados con Naciones Unidas. Naciones Unidas es una gran institución, pero es muy burocrática. A veces es tan burocrática que no entiende la realidad. Una cosa es Nueva York con un escritorio, alfombra y aire acondicionado, y otra cosa es el territorio. Hay veces que se pasa muchas horas en los escritorios y pocas horas en el territorio», advirtió.

El secretario de Estado sostuvo que «se nos dice a nosotros y a otros países que hay que promover la participación de más mujeres en las  misiones paz. Lo decimos comprendiendo la generalidad de la ley, porque Uruguay es el país que tiene más personal femenino en misiones de paz en el continente, no son muchas, pero relativamente somos quienes tenemos más. Entonces dijimos, en términos de un deporte de alto riesgo que practicamos en Uruguay que es el truco, un juego de cartas, dijimos muy bien, nos parece excelente, pero tenemos que generar las condiciones. Todos sabemos que muchas veces, en Uruguay, la mayoría de las veces, los hogares son monoparentales y la jefatura de hogar es una jefatura femenina. La mayoría de los hogares tienen como jefa de hogar a una mujer, que aparte de ejercer su papel de madre, trabaja, estudia, generalmente tiene más de un trabajo y cumple todas las tareas que la ausencia masculina, por el motivo que sea, no cumple. Tiene que cumplir el papel de madre, el papel de padre y de educadora, de hacer los deberes, de lavar la ropa, de preparar la comida, cuidar a los gurises y todo, y aparte su papel profesional, en nuestro caso ser soldado o ser oficial», puntualizó.

Recordó que «nosotros le dijimos a Naciones Unidas, nos parece muy bien, pero vamos a tener que tomar una decisión que facilite, porque no se le puede pedir a una mamá soldado de cualquier jerarquía que esté un año fuera de su hogar, ¿quién se hace cargo de los chiquilines en los hogares monoparentales? Está bien, abuela, abuelo, tío, pueden dar una mano, pero, un año es un año».

«Propusimos bajar el periodo de desplazamiento a seis meses. Nos dijeron que no. Está bravo, ¿no? Está bravo pedir y no dar. Porque tenemos toda la voluntad y podemos pedir esfuerzo, pero hay que pedir esfuerzos racionales y aceptables. Entonces vamos a pedir la ayuda de quienes están aquí y tienen algún tipo de llegada a este organismo tan importante que es Naciones Unidas. Díganle que Uruguay tiene la razón, ¿les parece? Uruguay tiene razón», precisó el ministro.

García consideró que «es necesario acortar los periodos de despliegue para que más mujeres puedan participar. ¿Por qué? Acá voy a lo que ustedes bien saben, y nuestros soldados y nuestros oficiales nos lo dicen y nosotros lo percibimos en el territorio cuando estuvimos en misiones de paz. El papel de la mujer desplegada es insustituible, le agrega una calidad al despliegue sustantiva, un nivel de percepción, de alerta, de conocimiento, de cercanía, de sensibilidad que no otorgamos los hombres, por más buenos que sean los soldados oficiales. Hay un plus que agregan y que para esta tarea que el Instituto Dallaire y nosotros estamos llevando adelante, es fundamental. Así que es un grito de ayuda, de socorro, de colaboración», enfatizó.

Más adelante sostuvo que «lo otro es el de este papel que empezamos a crear con el Instituto Dallaire. Para nosotros es un orgullo, una alegría poder encontrarnos y tener un acuerdo estratégico. Cuando asumimos el gobierno, uno de los desafíos que planteamos en el Ministerio fue transformar la Escuela Nacional de Operaciones de Paz del Uruguay (Enopu) en una institución regional de formación en materia de misiones de paz. Es una institución que, como ustedes conocen, no tiene una gran infraestructura. Los ladrillos no hacen la diferencia. Lo que hace la diferencia son las personas. Nosotros tenemos los mejores profesionales de las armas, quizás sin un poder de fuego incomparable con lo que tienen otras naciones, una nación que tiene una característica de punto de vista económico incomparablemente inferior a la que tienen otras naciones más poderosas. Pero ningún país del mundo tiene profesionales de las armas con la capacidad de hacer la paz que tienen nuestros soldados. Es por eso que Canadá, el Instituto Dallaire y otros países, miran a Uruguay a pesar de ser un rincón no muy grande del mundo y poco poblado».

Agregó luego «qué paradoja, somos un país que nos vamos envejeciendo, porque uno de los dramas nacionales más importantes que tenemos es nuestra curva demográfica que hace que cada vez la tasa de reposición sea menor, que cada vez tengamos más años y nazcan menos orientales, menos uruguayitos. Pero a pesar de esto, tenemos un enfoque muy particular, quizás hasta sea por esto, de proteger a los niños y a las niñas en el mundo».