La ilustración del pueblo es la verdadera locomotora del progreso. (Los gauchos, 1865)”. Esa premisa estuvo en el horizonte de la visión del futuro de José Pedro Varela, quien nació en Montevideo el 19 de marzo de 1845 y falleció el 24 de octubre de 1879. Fue un escritor, periodista y político uruguayo, y a los 20 años de edad, ya pensaba un nuevo país.
Fue hijo de Jacobo Dionisio Varela y Benita Gumersinda Berro, y su hermano menor, Jacobo Varela, muchos años después, siguió procurando modificar e instalar un sistema de educación para todos.
En su época y en función de su condición social, entre 1867 y 1868 realizó un viaje a Europa, casi obligatorio en esas condiciones. Visitó al poeta Víctor Hugo y luego, en Estados Unidos, conoció y cultivó amistad con Domingo Sarmiento, compañero –además- en el barco que los trajo de regreso.
El vínculo con Sarmiento, despertó y afirmó la que sería su pasión para siempre: los temas de la enseñanza, comenzando desde entonces una serie de investigaciones, trabajos y propuestas que más tarde finalizarían en la implantación del estado uruguayo de la enseñanza: obligatoria, laica y gratuita.
En 1869, en Montevideo, se dedicó a la actividad periodística y política a través del diario La Paz, que dirigió hasta 1873. Al mismo tiempo creó la Sociedad de Amigos de la Educación Popular, junto a Elbio Fernández, Carlos María Ramírez y otros jóvenes de su generación.
Bajo el gobierno de Lorenzo Batlle, convulsionado por la guerra civil, luchó temerariamente. En esa situación, se convenció que la educación popular no podía cimentarse y extenderse mientras no se contara con un mínimo de libertad en la paz.
En 1874 publicó “La educación del Pueblo”, y en 1876 “La legislación escolar”, libros con los que procuraba demostrar la necesidad de una reforma escolar, sino también su recomendación.
En ese marco, se destacó porque fue el primer estudioso, en la historia intelectual del Uruguay, en utilizar la herramienta estadística, para aportar datos sobre la población del país, que manejó como argumentos de su tesis.
La Reforma Vareliana
“Volviendo en nombre de elevadas consideraciones de patriotismo sobre una primera resolución, tomada ya, e imponiéndome al hacerlo el arduo sacrificio de legítimos escrúpulos y fundadas resistencias, acepto el puesto para el cual se me nombra, con el firme y decidido propósito de servirlo fielmente en la medida de mis facultades, mientras crea poder hacerlo en pro de los intereses públicos y sin mengua de la dignidad del ciudadano y del hombre. (Carta a Lorenzo Latorre, 27 de marzo de 1876)”
Por lo tanto, durante la dictadura del Coronel Lorenzo Latorre, y a pesar de ser su rival político, aunque antes se negó, terminó aceptando el cargo de Director de Instrucción Pública, presentando un proyecto de ley, por el cual el Estado uruguayo establecería la enseñanza escolar laica, gratuita y obligatoria.
En el proyecto también organizó sus institutos reguladores y las asignaturas a dictarse. Este proyecto fue aprobado y convertido en ley el 24 de agosto de 1877 (Decreto Ley de Educación Común).
Todavía faltaba algo
Por lo tanto, el Estado pasaba a tener el control de la enseñanza escolar -siguiendo la tendencia europea de entonces- y de la formación intelectual del pueblo uruguayo.
Paralelamente, teniendo en cuenta las consecuencias que se fueron verificando con el paso del tiempo, actuaba como elemento igualador de la diversidad social y étnico cultural del país, y de justificador de la viabilidad histórica del mismo.
No obstante, pese a la propuesta vareliana, la laicidad en la educación uruguaya tardaría varias décadas en llegar, ya que el Decreto Ley de Educación Común instauraba los principios de obligatoriedad y gratuidad, pero no el de laicidad.
Ese aspecto, fue objeto más adelante de grandes discusiones, pero finalmente el poder de la Iglesia católica no pudo quitar el principio. Se llegó en este sentido a una solución negociada que permitía a aquellas familias que no profesaban la fe católica, evitar que sus hijos recibieran adoctrinamiento.
En ese contexto, Varela consideró que la educación era necesaria para el ejercicio de la ciudadanía, porque “es cuestión de vital importancia, para aquellos pueblos que, como el nuestro, han adoptado la forma de gobierno democrático-republicana (...) La extensión del sufragio a todos los ciudadanos exige... la educación difundida a todos: ya que sin ella el hombre no tiene la conciencia de sus actos”.
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