Tiene 38 años, es oriunda de Cerro Colorado, departamento de Florida. Junto a su marido Edgar de 45, son productores familiares ganaderos, colonos y trabajan como asalariados rurales en una estancia.
Viviana nos cuenta que pasó su infancia junto a sus hermanos en la zona de Gallinal, cursó hasta 6° de escuela, y desde chica aprendió “los quehaceres de la casa”, nos dice orgullosa, y “ayudaba a mi padre a juntar la majada en época de esquila, o arrear el ganado para la vacunación”.
Pasó el tiempo y a los 19 años de edad, se fue con su pareja a su primer trabajo, ella como empleada rural y él como encargado del campo.
Juntos han recorrido varios lugares de la zona, trabajando y forjando logros y una familia. Su hija Milena de 18 años, parte de la semana vive en la casa de Mevir que tienen en el pueblo San Gabriel, donde cuida la casa y estudia enfermería, y otros días, va al campo donde está su familia, a colaborar con las tareas rurales. Leonel tiene 12, y cursa primero en el liceo de Florida, que por la pandemia tiene clases virtuales y está allí todo el día.
La familia vive y trabaje en una estancia, ubicada en la zona de Mansavillagra, a 15 km de la ruta 7, en el km 165. Viviana trabaja como cocinera, además de realizar tareas domésticas en la casa de los patrones, y en la casita donde viven, sumado a otras faenas que se realizan en el campo, “como buscar la leche recién ordeñada en la mañana o juntar los huevos en la tarde”. Si es necesario acompaña a su esposo al campo para apoyarlo en el cuidado del ganado, cuando sucede algún imprevisto como una parición con dificultades, un animal enganchado en un alambrado, o lastimado y que necesita curación. Edgar se dedica a cuidar del ganado de cría y novillos, que preparan en praderas que el productor y propietario hace con su propia maquinaria; además hace yerras con los novillos, y cuida la majada de ovejas, y borregas que dejan para criar.
Viviana nos cuenta que el que va al campo todos los días luego de las clases y los deberes, es Leonel que con mucho gusto acompaña a caballo en las vueltas a su padre. También, “entra la ropa, riega las plantas o apronta el mate".
“En el campo aprendes a veces a los ponchazos y otras para aprovechar las cosas que tenés”, como hacer queso o dulce con los excedentes de leche, o conservas, cocinar aprovechando los huevos caseros, hacer pan o tortas para la merienda, comenta que las tareas son infinitas y siempre hay algo para hacer.
Nos relata cómo es un día normal para ella en el campo, “una se levanta muy temprano, para prender la estufa para que el ambiente esté calentito, se prepara el desayuno, aprontar el mate, y llamar a Leo para que esté atento a las clases” virtuales… “que es algo nuevo para todos, por el tema de la pandemia, nos cuenta, pero a lo que se han adaptado. Sobre las 7.30 deja ropa lavando para ir adelantando tarea, y se va para la casa de los patrones. A mitad de la mañana vuelve a su casa para cocinar, además de hacer algún postre, porque tienen “la costumbre de almorzar un poquito antes de las 12”, aunque previamente van compartiendo unos mates y conversación con Edgar que llega un rato antes del mediodía. “Somos muy compañeros, ambos nos ayudamos en las tareas del otro”, y es algo que nos cuenta, también los hijos han aprendido, y tienen la costumbre de apoyarse uno al otro.
En la tarde cocina la merienda casera que hace con gusto. También apoya a su hijo con las tareas del liceo, y luego de la merienda que comparten ya se dedica a la cena que es temprano en la noche, “tratamos de no acostarnos muy tarde porque al otro día se madruga”, nos cuenta.
El predio en la Colonia “Los esperanzados de San Gabriel”
Como asalariados rurales, se presentaron varias veces a llamados del Instituto Nacional de Colonización (INC), hasta que finalmente les adjudicaron una fracción junto a otras dos familias, la pareja Rijo Garabaño y un hijo, y Morales Lombardo y dos hijos, todos ellos durante el día trabajan en el campo colectivo, y en la noche se trasladan a sus casas en el pueblo de San Gabriel, a diferencia de Viviana y su familia que viven mayoritariamente en la estancia y se trasladan a la colonia cuando les toca, o en ocasiones donde las tareas más importantes que necesitan del trabajo de todo el grupo.
“En este enero hizo 4 años que llevamos los animales al campo y allá se produce ganado de cría. Por el momento cada familia tiene su propio rodeo que identifica con caravanas de diferente color, y comparten el predio de “400 has que nos tocó, pero estamos en proceso de un rodeo común”, nos relata que ya realizaron la gestión ante el INC. Allí se trabaja en grupo, “se respetan las ideas de cada uno y somos un grupo muy unido, …no es fácil trabajar en grupo pero se puede”. Hasta el nombre del grupo fue elegido por sorteo, cada familia aportó un nombre.
Una de las formas de pagar la renta de la colonia, es vendiendo los terneros machos cuando se destetan. Ahora además cuando tienen excedentes de terneros machos y suma algunas terneras, los venden en ferias y compran vaquillonas preñadas, para adelantar procesos.
Además, crían 70 ovejas, y se reparten el trabajo más pesado ya que no pueden pagar, ellos en grupo esquilan, bañan, hacen alambrados, construyen las mangas, entre otras tareas que hacen en conjunto.
El grupo unido participa en espacios colectivos
“Los esperanzados de San Gabriel” se organizan programando guardias rotativas en épocas de pariciones,” y en épocas de trabajos grandes como cuando embarcan ganado, ahí si trabajamos todos”, se respetan y llevan las cuentas bien organizadas, y se comunican diariamente como forma de mantener el grupo unido y en acuerdo.
El grupo participa también en las Mesas de Desarrollo Rural, “que esperamos cuando pase la pandemia sigan” porque es una forma de conocer otros lugares, otras realidades de familias que tienen otros problemas y de ello también se aprende, nos relata Viviana, “yo participé de unas cuantas, y aprendés de otros casos de otras familias, estás enterado de todo lo que hay… a mí me encantan”.
Viviana valora mucho el apoyo que en las Mesas de Desarrollo Rural se les da a los asalariados rurales y los pequeños productores, que sin esos beneficios, se verían con dificultades para conseguir insumos, asesoramiento, acceso a recursos, etc.
Para ir a la colonia, y también al pueblo se trasladan con una camioneta, además ahora tienen un carro para llevar sus caballos, que suman a los de las otras familias en momentos de juntar ganado y trabajar todo el grupo en tareas más grandes.
Juntos han postulado a proyectos para convocatorias que llevó adelante la Dirección General de Desarrollo Rural del MGAP, y Viviana nos cuenta “que si no hubiese sido por esos proyectos nosotros ni miras de tener esas cosas que tenemos en el campo”. Participaron del Proyecto Piloto de Inclusión Rural financiado por el FIDA, y del Proyecto Más Ganadería Carne y Lana financiado por el BID y con los fondos obtenidos, pudieron realizar la repartición del predio en potreros, comprando los insumos para alambrados que ellos mismos hicieron. Además pusieron tanques de agua para el ganado, y pagaron asesoramiento técnico.
“Me gusta vivir en el campo, siempre me gustó, siempre hemos tenido la suerte de que todos los lugares donde hemos estado, no han sido tan apartados de la ciudad, siempre en esta zona” nos dice Viviana muy convencida y agradecida.
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