Una de cada tres mujeres en el mundo sufre violencia sexual o física, la mayor parte de las veces a manos de su pareja. Aún así, sólo dos de cada tres países han prohibido la violencia doméstica, en 37 no se juzga a los violadores si están casados o si se casan posteriormente con la víctima y en otros 49 no existe una legislación que proteja a las mujeres de ese lastre.
Desde que surgió el brote de COVID-19, los nuevos datos e informes de los trabajadores de primera línea revelan que la violencia contra las mujeres y las niñas se ha agudizado, sobre todo cuando ocurre en el hogar.
Por esta razón, ONU Mujeres ha advertido que se trata de “una pandemia en la sombra que crece en medio de la crisis del COVID-19” y para la que hace falta un esfuerzo colectivo para detenerla.
En el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres, destacó la diferencia en la respuesta que las sociedades y los servicios públicos dan a las personas que contraen una enfermedad que podría ser mortal y a las que piden ayuda porque sus parejas amenazan su salud o su vida.
“Hemos visto cómo el mundo entero respondió ante la pandemia del coronavirus, poniendo manos a la obra, con inversiones conscientes y protocolos apoyados con determinación. Cada uno de los continentes reconoció las desastrosas consecuencias sanitarias de la pandemia y la necesidad de detenerlas”, dijo.
Mlambo-Ngcuka agregó que la violencia que los hombres ejercen contra las mujeres también es una pandemia, “una pandemia que precede y que sobrevivirá al virus” y que igualmente precisa una respuesta global y coordinada que cuente con protocolos de aplicación. Esa pandemia afecta a grandes poblaciones de todas las edades.
Según los datos de ONU Mujeres, sólo el año pasado, 243 millones de mujeres y niñas sufrieron violencia sexual o física por parte de sus parejas. Este año, las denuncias de violencia contra mujeres y niñas en el ámbito privado, el ciberacoso, los matrimonios infantiles y el acoso y la violencia sexuales han aumentado.
Las diferencias en la respuesta al COVID-19 y a la violencia de género empiezan desde que la víctima acude en busca de auxilio, indicó Mlambo-Ngcuka:
“Si te sometes a un test de detección del coronavirus, nadie te pregunta qué llevabas puesto cuando te infectaste o si estuviste bebiendo alcohol. Tienes la seguridad de que tu prueba se examinará en un laboratorio y una razonable probabilidad de recibir atención médica. La respuesta no dependerá de que te crean. No sentirás un nivel de vergüenza tal que probablemente ni siquiera intentes acudir a las autoridades. Recibirás cuidados y apoyo”, recalcó refiriéndose al trato que se da a las mujeres que denuncian las agresiones que han sufrido.
La titular de ONU Mujeres consideró alentador que 146 países hayan escuchado el llamado del Secretario General de las Naciones Unidas a incluir la prevención y reparación de la violencia contra las mujeres y las niñas en sus planes nacionales de respuesta al COVID-19, pero lamentó que este punto no sea prioritario en sus agendas. “El cambio aún no tiene la escala necesaria”, puntualizó.
“Las mujeres deben gozar de pleno acceso a la justicia, procedimientos judiciales confiables y prevención efectiva de los delitos”, recalcó, añadiendo que menos del 40% de las mujeres víctimas de delitos violentos denuncian estas agresiones por desconfianza en la respuesta que obtendrán del sistema.
Mlambo-Ngcuka afirmó que el cambio debe empezar en las facultades de Derecho y las academias de policía, enseñándole a sus estudiantes a reconocer e intervenir en casos de maltrato. “Implica erradicar la impunidad, con marcos jurídicos y políticos sólidos y con datos para registrar los avances y exigir cuentas de la sociedad y de las autoridades”, apuntó.
“La economía de la violencia es simple y devastadora. Nadie sale ganando. Todas las personas perdemos. Debemos revertir esta situación”, enfatizó la directora ejecutiva y sostuvo que esto se puede lograr con voluntad.
El Secretario General, por su parte, aseveró que es imperativo que las mujeres lideren la búsqueda de soluciones a la violencia en su contra y que los hombres se comprometan más en esta batalla.
“El mundo precisa oír las voces y experiencias de las mujeres y las niñas y tomar en cuentas sus necesidades, sobre todo de aquellas que han sobrevivido la violencia y de las que encaran formas múltiples de discriminación”, dijo António Guterres.
En abril pasado, Guterres había urgido ya a la comunidad internacional a trabajar para acabar con “la pandemia en la sombra” que es la violencia de género.
“Hoy reitero y vuelvo a hacer este llamado”, acotó en su mensaje para la jornada contra ese lastre.
“Para muchas mujeres y niñas, la amenaza es mayor donde deberían estar más seguras: en sus propios hogares. Por eso, hoy hago una nueva exhortación a la paz en casa, y en los hogares, en todo el mundo”, insistió.
Guterres recordó que las medidas para detener la violencia contra las mujeres necesitan fondos seguros y flexibles para las organizaciones de derechos de las mujeres, que muy a menudo son las primeras en responder a las denuncias.
“Es fundamental que los servicios para las sobrevivientes de la violencia permanezcan abiertos, con los recursos y las medidas adecuados para apoyar las respuestas de salud, sociales y de justicia”, agregó.
El jefe de la ONU indicó que esas medidas no deberían centrarse únicamente en acciones de respuesta una vez que se ha producido la violencia, sino que deberían trabajar en su prevención, abordando los factores culturales y las normas sociales que crean desequilibrios de poder.
Los sistemas policíacos y judiciales también deben ser más responsables para asegurarse de que los perpetradores no actúen con impunidad, abundó.
“En este Día Internacional, redoblemos nuestros esfuerzos para erradicar para siempre la violencia de género”, concluyó Guterres.
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